Santo Niño de Atocha

En México la devoción al Santo Niño de Atocha nació en Plateros, una aldea cercana a las minas de Fresnillo, en Zacatecas.
Los españoles llevaron a Plateros una imagen de la Virgen de Atocha acompañada por el Niño. Fue colocada en el altar de la iglesia, de donde desapareció. Los moradores de esta localidad se dieron a la tarea de esculpir unas nuevas, las cuales se podían exhibir para su devoción juntas o separadas. Poco tiempo después, los milagros atribuidos a la imagen del Niño fueron conocidos y su veneración se extendió a otros lugares.
El atuendo del Niño, vestido de peregrino, sosteniendo una cesta con alimentos y una vasija, tiene su origen en una leyenda surgida en Atocha, Madrid, en la España medieval. Se dice que durante la ocupación musulmana, el califa emitió una orden con la que se estableció que los cristianos prisioneros sólo podrían ser alimentados por los niños de su familia, que tuvieran doce años o menos. Una gran preocupación invadió a todas aquellas familias entre cuyos miembros no hubiera menores. A los pocos días, cuando los niños volvieron contaron que un infante iba a alimentar a los prisioneros que no tenían quién los visitara.
De acuerdo con el relato de los menores, la canasta de pan que llevaba este niño siempre estaba llena, al igual que su vasija de agua. La incertidumbre ante la identidad desconocida de este pequeño se comenzó a disipar cuando los pobladores se dieron cuenta que los zapatos del Niño Jesús estaban gastados y que lo mismo sucedía cada vez que le ponían unos nuevos.
Este exvoto data del siglo XVIII, fue dedicado al Santo Niño de Atocha en agradecimiento por un milagro concedido. Conoce este retablo en la exposición temporal “Memoria de Milagros” que se exhibe en el Museo Nacional de las Culturas del Mundo, y en la Mediateca INAH.