Este majestuoso sitio seduce por sus grandes espacios abiertos, juegos de pelota, relieves y, en especial, por la elegante Pirámide de los Nichos, pues tiene 365 de éstos, razón por la cual es objeto de estudio por parte de los especialistas en calendarios y cosmovisión mesoamericanos.
Patrimonio Mundial desde 1992, la zona arqueológica de El Tajín tiene como patrono del lugar al dios Tajín, que en totonaco significa “trueno” o “humo poderoso”. Es una entidad vinculada con fenómenos meteorológicos severos, por lo que llegó a identificarse como el dios Huracán y el sitio se conoció como la ciudad del dios Huracán. Esta ciudad sagrada de la costa del Gofo floreció durante el periodo Epiclásico (800-1100 d.C.), cuando se construyeron más de cinco edificios emblemáticos, todos en armonía con su paisaje inmediato: el cerro del oriente. Uno de los más importantes es el edificio de los Nichos, donde del 17 al 25 de marzo se registra un evento solar dentro del ciclo llamado cuartos de año (ocurren en marzo, junio, septiembre y diciembre). En ese momento se puede apreciar cómo el sol desciende desde el edificio, iluminándolo todo, mientras el resto del sitio permanece en la oscuridad. Hacia el año 1150 d.C., después de una inundación resultado de un periodo de cambio climático conocido como cálido medieval, la ciudad fue abandonada. Su tipo de arquitectura, al igual que casi todas sus formas en la escultura, representa la dualidad. Un ejemplo es la construcción del talud-tablero con un nicho central y una cornisa. El resultado es una imagen que se puede ver de frente o de cabeza y tiene siempre los mismos planos, con el Nicho o la representación del caracol en el centro. Esto también es símbolo del movimiento, pero en equilibrio. Al parecer, los antiguos habitantes de El Tajín quisieron dejar un mensaje dentro de las imágenes espejo: el movimiento como representación de armonía y equilibrio, principalmente entre el hombre y la naturaleza. Hasta el día de hoy, en El Tajín se han encontrado 21 juegos de pelota, entre los que se pueden distinguir dos tipos de cancha de acuerdo con las escenas plasmadas en sus muros: el juego de competencia y el de tipo ritual, este último para pedir equilibrio y el sustento de los hombre. En el Juego de Pelota Sur es posible observar el ritual completo, que comprendía desde la petición a los dioses hasta la ofrenda que les hacían, la cual consistía en regar a los cuatro vientos su sangre, lo más valioso que el hombre posee. Este acto de respeto a la naturaleza se realizaba en fechas muy especiales o cambios de era. En la antigua ciudad había dos deidades principales que también marcan la dualidad: Quetzalcóatl como dios del sol y Tláloc como dios de la lluvia, que representan nuevamente el equilibrio entre el universo y la vida en la Tierra, incluidos todos los seres vivos (plantas, animales, cerros y manantiales) de su entorno, a los cuales se les dotaba de un alma y se les pedía permiso para disponer de ellos, pues creían en la convivencia con orden y respeto: no debían cazar a un animal si no era para consumirlo, o cortar un árbol si no se iba a utilizar.