Zonas arqueológicas
El INAH ha registrado más de 49,347 sitios arqueológicos con antigüedad, dimensiones y trascendencia variables, desde aquellos habitados por grupos que vivían de la caza y la recolección hasta los grandes emplazamientos prehispánicos, las áreas bajo el agua que explora la arqueología submarina, e incluso zonas de extracción de materia prima. Los sitios inventariados son apenas una pequeña muestra de los existentes, calculados en más de un millón. De esta enorme variedad, el INAH ha abierto al público 187 zonas arqueológicas, entre las que se cuentan lo mismo la metrópoli de Teotihuacán, en el Estado de México, que las pinturas rupestres en las cuevas de la Sierra de San Francisco, en Baja California Sur, y la ciudad amurallada de Tulum, en Quintana Roo, o la arquitectura de tierra en Paquimé, Chihuahua.
Asentamiento típico del área del lago de Cuitzeo en su origen, se convirtió en un lugar de índole pública para la administración del Señorío Tarasco, la impartición de justicia, la celebración de rituales y el enterramiento de líderes, por lo que no albergó una gran población.
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Rodeada por una espesa selva, esta urbe se descubrió en 1993 y es poco conocida. La cantidad de edificios, así como la magnitud de los mismos, hablan por sí solos de la relevancia que alcanzó. Son notables las numerosas estelas encontradas al interior de las estructuras.
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El sitio es considerado un asentamiento clave para entender la interacción que mantuvieron en la época prehispánica las áreas del Centro, Golfo y de Oaxaca. La zona está localizada al sur de Puebla y muestra características arquitectónicas similares a Teotihuacán, además de compartir rasgos culturales con el área de Tehuacán y la Mixteca.
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