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|aSe trata de un retrato de medio cuerpo en tres cuartos de perfil a la izquierda con la mirada al frente del jesuita Francisco Javier Clavijero en el que aparece estante portando solideo e indumentaria oscura de cuello blanco con la chaqueta desabotonada y puños de holán igualmente blancos. Su mano derecha, ligeramente caída y flexionada, sujeta al parecer un sombrero contra su costado y con la mano izquierda flexionada al frente sujeta un documento con una leyenda referente a su nombre, nacimiento y muerte y bajo este, sobre una mesa de malaquita se observan dos documentos con el nombre de dos de sus obras escritas en Ceseña, Italia. |
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|aFrancisco Javier Clavijero. Sus documentados estudios sobre las antiguas civilizaciones amerindias convierten al padre Clavijero en uno de los historiadores más destacados de México. Francisco Javier Clavijero nació en Veracruz en 1731. Ingresó muy joven en la Compañía de Jesús, en Tepotzotlán. Se dedicó al estudio de las lenguas, costumbres y cultura de los pueblos indígenas. Cuando, en 1767, la Compañía de Jesús fue expulsada de México, Clavijero se dirigió a Italia junto con los demás miembros de su Orden. En Bolonia fundó una Academia e inició la elaboración de sus dos famosas obras históricas sobre el nuevo mundo, que se publicaron traducidas al italiano: Storia Antica del Messico (1780-1781; Historia Antigua de México, en 10 libros) y Storia della California (Venecia, 1789; Historia de la Baja California). La primera, su obra más importante, constituye un relato metódico y exhaustivo sobre las costumbres, religión, cultura y vida política y social de los pueblos aborígenes que habitaron el Valle de Anáhuac. Fue también autor de Cantos del Antiguo México, recopilación de la antigua poesía mexicana, y de una serie de disertaciones, en las que hacía una apasionada defensa de las antiguas culturas americanas. Francisco Javier Clavijero murió en Bolonia en 1787. De Francisco Javier Clavijero se ha escrito mucho pero de su biografía se conoce más un hecho que pasa por anecdótico (su expulsión a Italia) cuando debe ser de prima importancia en la historia de España y sus colonias frente a la iglesia católica y frente a su más formidable apoyo intelectual: los jesuitas, entre los que se hallaba Clavijero. Este hecho tuvo su marco en las reformas liberales de los Borbón y su clímax en la expulsión de todos los jesuitas del territorio mundial dominado por la corona española. Pero a pesar de que hay variables más o menos notorias las verdaderas razones del pleito entre masones y jesuitas sigue siendo un misterio: todos los historiadores de la masonería coinciden en señalar que su etapa moderna nace el 24 de junio de 1717 en Londres, día del solsticio de verano. En 1725 se abrió la primera Logia en París. Lorenzo Frau Abrines (en su Diccionario Enciclopédico de la Masonería) escribe que la primera Logia fundada en Madrid se llamó Matritense no. 50, verificándose el hecho el 15 de febrero de 1728. El 24 de abril de 1738 el papa excomulgó a todos los masones mediante la bula "in eminenti apostolatus specula" y el 18 de mayo de 1751 expidió "providas romanorum" con lo que terminó de armarse un pleito formidable entre dos fuerzas: la masonería tolerante y liberal, madre borbónica del liberalismo y el catolicismo vaticano que sigue queriendo dar hacia atrás a la rueda de la historia con visitas papales y toda la cosa. Bastó que en 1759 llegara al trono español el rey Carlos III y como ministro Pedro Aranda de Bolea, conde de Aranda, ambos masones, para que el liberalismo masónico se cobrara facturas: ordenaron la expulsión de todos los jesuitas de los territorios de la corona española. En la Nueva España la expulsión se verificó el 25 de junio de 1767 -solsticio de verano y aniversario número 50 de la fundación de la masonería moderna. Una mano anónima tocó la puerta de la celda de Clavijero y le exigió que hiciera maletas. Clavijero preguntó por qué - por jesuita, le contestaron. Enseguida le leyeron el muy famoso último párrafo del decreto: deben saber mis súbditos "que nacieron para callar, y obedecer, y no para discurrir, ni opinar en los altos asumptos del govierno" y Clavijero marchó al exilio. Pero la presión masónica siguió en este pleito en cámara lenta: el 21 de julio de 1773, el papa (1769-74) Clemente XIV se vio obligado a expedir el breve pontificio "dominus ac redemptor" con el que suprimió definitivamente a la compañía de Jesús. ¿Por qué el papa vaticano disolvió a su ejército mejor preparado? ¿Por qué el papa se deshace de su brazo derecho? Las respuestas siguen siendo misterio. La masonería quedó dueña del campo y en los años de 1780 en adelante terminó por asentarse definitivamente en lo que hoy llamamos México. Ese liberalismo impulsó en 1790 y 1800 a Hidalgo y a Morelos para que en 1810 se decidieran a iniciar la guerra por la Independencia. Aprovechando la confusión europea creada por Napoleón. El papa Pío VII -como distraído- restableció a los jesuitas en 1814 pero el daño al catolicismo vaticano ya estaba hecho.
La masonería mexicana, en cambio, no necesitó de un agente externo para destruirse: se destruyó sola, con el enemigo dentro de casa aplaudiendo "sin reservas" las reformas de 1892 que hundieron a una respetable institución en una respetable decadencia mientras Ignacio de Loyola, Clavijero y José María Escrivá de Balaguer sonreían en el centro del escenario. |