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|aLa ceremonia de profesión era la más importante dentro de la vida conventual femenina, una prueba de ello es esta obra que muestra simbólicamente la trascendencia de los desposorios místicos del alma de una monja carmelita.
Esta ceremonia representaba los desposorios del alma de la monja con Cristo, a quien se entregaba enteramente en cuerpo y alma. Entre los místicos contrarreformistas y barrocos destaca santa Teresa de Ávila, reformadora de la orden carmelita que consideraba que los desposorios con Jesucristo se llevaban a cabo en la “séptima morada” de la escala para llegar a la perfección del alma. A este respecto, Santiago Sebastián menciona: ”La llamada mística nupcial responde a una tradición cristiana, que interpretaba la relación del alma con el Sumo Bien según el momento de la sensualidad erótica; su punto de partida está en el autor paleocristiano Orígenes, que al interpretar el Cantar de los Cantares identificó a Cristo con el Eros platónico”. (1)
En este sentido, santa Teresa en su obra Concepto del amor de Dios dice lo siguiente: “Más cuando este esposo riquísimo la quiera enriquecer y regalar más, conviértela tanto en Sí que, como una persona que el gran placer y contento la desmaya, le parece que queda suspendida en aquellos divinos brazos y arrimada a aquel sagrado costado...” (2)
En este lienzo anónimo, se observa al Niño Jesús en los brazos de su Madre, con su mano izquierda el Hijo de Dios pone un clavo en el corazón de la monja, mientras que con la derecha coloca el anillo de la desposada, símbolo del matrimonio místico; para exaltar a la orden carmelita el artista pintó a la virgen María en su advocación de Virgen del Carmen, a su lado aparecen santa Teresa, quien porta una rama de azucenas, y san Juan de la Cruz. Atrás, san José lleva la vara florecida, símbolo de su castidad. El Espíritu Santo baja en un rayo de luz que enmarca así a la Sagrada Familia. La cuarta morada de los ejercicios espirituales de santa Teresa aparece al fondo, simbolizada por un rico jardín que recuerda "el jardín místico", donde las monjas profesas se encargan de cultivar, cuidar y mantener vivas las flores y las plantas. Al centro de este jardín, que recuerda el paraíso de la vida mística, una fuente simboliza a Cristo, que da el agua de la vida y es a la vez pozo de salvación.
En el extremo izquierdo de la obra, san Elías –considerado por los carmelitas como fundador de su Orden– lleva entre las manos un pergamino en el que se exaltan las virtudes que se obtienen al seguir la Regla. Las frases que salen de los labios de los personajes sagrados recuerdan las recompensas que se obtienen mediante estos desposorios.
(1) Santiago Sebastián López, Contrarreforma y barroco, p. 81.
(2) Santa Teresa de Ávila, Conceptos de amor de Dios, p. 220. |