Description

Impuesto a los días de guerrillero, “armado y pertrechado, siempre a caballo, participando de la doble fama de héroe y salteador”, “en espera del albazo o prevenido para caer sobre el contrario, quedó en el” ranchero la costumbre de luchar, confiado sólo en su fe, “en sus armas, en su caballo y en su puntería”. Ello pone “de manifiesto un aspecto psicológico del mexicano: el machismo. En efecto” la madre enseña al hijo desde la infancia que los hombres no lloran, sólo pujan. Asimilada esta lección, le es fácil “evitar el llanto”. Es por ello que para el habitante de la región, la hombría se manifiesta no sólo en la tendencia a hacerse sentir valiente, sino también en demostrarlo a la hora debida; esto se debe, sin duda, a que muy sabiamente el subconsciente reconoce normas tendientes a establecer un cuadro de categorías, donde el honor preside todos nuestros actos, pues en nombre de este valor íntimo que trasciende del interior al exterior y que cobra fama se pueden ocultar fácilmente la pobreza y la adversidad y enfrentarse sin dolor ante la muerte; de ahí que en los personajes que gravitan alrededor de este corrido y que lindan con el heroísmo legendario, la tragedia entre enemigos comunes u ocasionales es, más que una hazaña para mantener muy en alto el honor, una lucha para legar inmaculado el apellido a los suyos; por eso se ha dicho que en México el honor se lava con sangre, por eso no debe sorprendernos que los actores de este relato maten y mueran con naturalidad antinatural, sin lanzar una queja al despedirse de este mundo. Se dice que en Jerez, tal es la vitalidad de la conseja, hubo pelao’s que se dejaban matar con tal de que les compusieran unas mañanas, en ese alocado intento que nos caracteriza por entrar a la inmortalidad, en ese afán que todos tenemos de perpetuar nuestra memoria en la de los demás. Este canto que elaboró Macario Carrillo Esparza para Candelaria Bracamontes, por encargo in articulo mortis, de su amigo Arnulfo Escobedo, viene a confirmar lo anterior y se refiere al episodio de aquel duelo ocurrido el día 6 de enero de 1890, el cual la tradición ranchera de las agrestes serranías jerezanas ha conservado con más orgullo.